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Bienvenido al blog de Pedro Antonio Cañadillas, a petición de los buenos aficionados de la Villa, desde estas páginas vamos a relatar mis vivencias y experiencias de los últimos años en este taurino pueblo de Almonacid de Zorita.

viernes, 4 de diciembre de 2015

Juana Cruz

Juana Cruz fue una torera considerada una de las pioneras del toreo femenino español. También conocida como Juanita Cruz. Nació en Madrid el 12 de febrero de 1917. Desde niña empieza a relacionarse con el mundo de los toros al acudir a diversos tipos de espectáculos taurinos. Estoqueó su primer becerro el 24 de junio de 1932 en León, y se presentó como profesional en Cabra (Córdoba) el 16 de febrero del año siguiente. Debuta con picadores en Granada el 5 de mayo de 1935. Se presenta en la Plaza de toros de Las Ventas (Madrid) el 2 de abril de 1936, con reses de la ganadería de la viuda de Manuel García-Aleas Carrasco, en un cartel que completan "El Niño de la Estrella", Miguel Cirujeda y Félix Almagro. Republicana, se exilió con la Guerra Civil Española, lo que puso fin a su carrera profesional en España, debido al reglamento taurino franquista que prohibía a las mujeres torear. Al no poder torear en su país natal, el 18 de septiembre de 1938 hace el paseillo en la capital de México. Continúa sus actuaciones en América hasta 1947, año en el que tiene lugar su última actuación en Bogotá. A lo largo de su trayectoria profesional, llegó a torear alrededor de 700 corridas de toros y tuvo como compañero de terna a Manolete. Se caracterizaba por usar en las corridas traje de luces y falda, lo que le llevó a ser criticada por sus compañeros toreros, que le exigían el uso de la taleguilla o el traje de rejoneadora. Falleció en Madrid a causa de una antigua lesión de corazón el 18 de mayo de 1981. Su marido y apoderado, Rafael García Antón, escribió a su muerte un libro biográfico llamado Juanita Cruz, su odisea. Éste tuvo una tirada de 1000 ejemplares que él mismo costeó.

Tragabuches

Tragabuches (* Arcos de la Frontera, 1780 - † ¿?) fue un bandolero, torero y cantaor andaluz. Nacido José Mateo Balcázar Navarro cambió su nombre por el de José Ulloa Navarro amparándose en una pragmática real en la que Carlos III autorizaba a los gitanos a tomar el apellido que deseasen. El apodo de Tragabuches lo heredó de su padre quien lo obtuvo, según cuenta la tradición, al comerse un burro recién nacido (buche en Andalucía) en adobo. Se inició como torero aprovechando que su padrino de bautismo, Bartolomé Romero, era pariente de Pedro Romero y sus hermanos quienes habían fundado una famosa escuela de tauromaquia en la ciudad de Ronda.1 Como miembro de las cuadrillas de Gaspar y José Romero intervino como banderillero y sobresaliente desde 1800 a 1802 año en el que tomó la alternativa en la plaza de toros de Salamanca. Instalado en Ronda pronto abandonó su carrera como matador de toros y comenzó a actuar como contrabandista junto a una bailaora conocida como María “La Nena” con la quien vivía amancebado. José Ulloa “Tragabuches” se encargaba de obtener las mercancías en el cercano enclave de Gibraltar y su compañera se ocupaba de la distribución del contrabando. Como contrabandista continuó hasta que, en 1814, un antiguo compañero de la cuadrilla de los Romero lo invitó a torear en los festejos taurinos que, con motivo de la vuelta a España del rey Fernando VII, se iban a celebrar en Málaga. Cuando se dirigía a la capital de la provincia malagueña, su caballo lo derriba y le disloca un brazo por lo que se ve obligado a regresar a Ronda donde descubre que su amante le es infiel con un sacristán conocido como Pepe “El Listillo”. Tras degollar al sacristán, arrojó a su infiel compañera por el balcón causándole también la muerte, tras lo cual huyó a la sierra rondeña integrándose en una de las partidas de bandoleros más temidas de su tiempo y donde coincidió con los inicios de bandolero de El Tempranillo o con la partida de Los siete niños de Écija donde permanecería hasta 1817, año en el que todos los miembros de la cuadrilla, excepto Tragabuches cuyo rastro se pierde desde entonces, fueron capturados y ejecutados. También era cantaor, y se conserva una letra atribuida a él: "Una mujer fue la causa/de mi perdición primera./No hay ningún mal de los hombres/que de mujeres no venga"

Camilo José Cela

Una de las páginas más insólitas en la vida de Camilo José Cela fue cuando en la década de los 40 del pasado siglo hizo sus pinitos taurinos, con ánimo de emular las glorias del único matador de toros gallego que se recuerda, su paisano curiosamente apodado "Celita", sin parentesco alguno. Ocioso es decir que en tierras galaicas la afición a la Fiesta Nacional es muy escasa y sólo se dan festejos en las ferias de Pontevedra y La Coruña, allá por el mes de agosto, la primera en su coqueto ruedo y la segunda en su Coliseo multiusos. Ahora acaba de inaugurarse en la Casa de Correos, sede de la Comunidad de Madrid la exposición "Camilo José Cela y los toros" que evoca la afición taurómaca del ilustre escritor a través de su correspondencia con algunos toreros como Manolo Vázquez, y Luis Miguel Dominguín y el rejoneador y ganadero Álvaro Domecq, de tratadistas como Andrés Amorós (del que se incluyen algunos libros, y una carta al Nobel felicitándolo por su galardón sueco, donde se alude a cuantos intelectuales apoyaron siempre las corridas de toros) y de dibujos, pinturas y otros valiosos documentos, en particular fotografías que nos remiten a diversos festejos. Como es natural, las imágenes que el visitante busca son las del propio homenajeado en sus tardes de ocasional becerrista o aficionado práctico en algún tentadero. Pasamos a comentarlas. La primera de ella, fechada en 1943, corresponde al día en el que un espigado Camilo, en mangas de camisa, a la sazón con veintisiete años, intenta un pase estatuario a una becerra en una calle céntrica de Cebreros, el pueblo abulense de Adolfo Suárez, donde veraneaba de vez en cuando el novelista. Lo curioso de esa fotografía es que sucede a dos metros de unos transeúntes que, como si tal cosa, muy tranquilos, presencian la escena delante de una sucursal del Banco de Santander, pero sobre el asfalto, como si pasaran por allí, paseando. Venía a ser un ensayo seudosanferminero, claro está, con un "churro" por enemigo. Aun así, quienes alguna vez como quien esto firma se puso delante de unas becerras, pesando desde luego mucho menos de cien kilos, sabemos que cuando una de ellas se arranca, lo hace directamente hacia tu cuerpo, a una endiablada velocidad, y si tropieza contigo, ya puedes rezar, porque te tira al suelo (no fue mi caso, tengo pruebas); no olvidamos de qué manera tan absurda encontró la muerte Antonio Bienvenida a merced de una, en teoría, inofensiva vaquilla, no por su menguadísima cornamenta, sino porque lo lanzó al suelo provocándole una fatídica lesión en la columna vertebral. O sea que Camilo José Cela"se la jugó" de alguna forma en su debut taurino. Luego, en esta exposición a la que nos referimos, aparece de nuevo toreando en Navas del Marqués, también provincia de Ávila, año 1948, ya en una plaza de talanqueras, durante las fiestas de la localidad.Ensaya allí una presunta verónica, más propia de un peón que de un capotero estilo Morante de la Puebla. El resto de fotos de Camilo se completa con una visita a "La Companza", finca toledana de "los Dominguines". Mantenía el escritor buena amistad con Luis Miguel, y le proporcionó aquel día unos zahones y un capote para encerrarse con un becerro, misión que cumplió con su mejor intención, ya barrigudo, luciendo luengas barbas, en su época de neófito académico de la Lengua, cubierta su cabeza con una boina bilbaína. Contaba por aquellas calendas cuarenta y un años. Y ahí se acaban esas instantáneas. Hemos de remitirnos entonces al libro que su hijo escribió, "Cela, mi padre" , evocando aquellas correrías taurinas por los pueblos de Hoyo de Pinares, Las Navas del Marqués y Cebreros, donde "por mucha voluntad y empeño que le echó a lo del estoque, no consiguió despachar ninguno de los tres erales que le cayeron en suerte, o en desgracia, vaya usted a saber. En todos los casos, con una regularidad digna de ser resaltada, a los becerros tuvo que matarlos a tiros, la Guardia Civil". Cela Conde escribía también: "La corrida de Cebreros acabó con las más remotas posibilidades de que llegase a tomar la alternativa. Mi padre dice que la culpa fue, por completo, del becerro, un morucho asqueroso que, en vez de ir a la muleta, iba a la ingle". De aquella encerrona, nuestro futuro premio Nobel quedó maltrecho, enganchado por los sobacos, volando por los aires, aguantando un topetazo sobre su tripa y, cuando fue a matarlo, el animal se defendió, revolviéndose “… y enganchó de nuevo a C.J.C en un lío de piernas, astas, muleta y estoque. En la plaza se armó, como suele decirse, la de Dios”. Camilo José Cela abandonó un día aquellas veleidades de torero práctico para ser mero espectador de corridas en barrera, donde más de una vez Espartaco, Paquirri, Morenito de Maracay y otros diestros le brindaron alguna faena. Y, eso sí: dejó para la eternidad su peculiar prosa en artículos de prensa, cuentos y en libros alusivos a su afición, tales como "Toreo de salón"y "El gallego y su cuadrilla". No es usual que un hombre de Letras se haya medido alguna vez ante una res (sí nos viene también a la memoria la ocasión en la que lo hizo Ortega y Gasset) pero por cuanto hemos relatado, lo del escritor de Iria Flavia fue punto y aparte. De vuelta al ruedo, vamos. Aunque fuera con división de opiniones. Frases de Camilo José Cela: *El toreo es un arte misterioso, mitad vicio y mitad ballet. Es un mundo abigarrado, caricaturesco, vivísimo y entrañable el que vivimos los que, un día soñamos con ser toreros. Camilo José Cela *Yo quise ser torero y me quede en premio nobel. Camilo José Cela